-Ese queso pica un poquito Tito.
-¿Ah, en serio? Nunca había escuchado que un queso picara.
-Si, la abuela de la Johanna lo hizo. Le puso condimento a la cuajada.
-Hacer queso. Ajá. No me atrevería a hacer queso.
-Pero ¿Por qué?
-Es que el queso se arruina y ajá.
(vista seductora) -Tito, todo se arruina. Todo pasa y todo se arruina. ¿No es esa la filosofía de la vida Johanna?
-Todo pasa pero no todo se arruina, mamá. Además, hacer queso huele raro.
-Todo huele raro.
-Pero hacer queso apesta y ajá.
-Bueno… Esa filosofía de hecho tiene razón. Porque si todo pasa, todo continúa. (no sé qué tanto eso de apestar)¿Sabe qué? Quiero hacer queso. Pero no me imagino la cara de mi mamá al llegar yo con un gran tazón de queso: mirá mamá. Seguro pensaría que tengo problemas existenciales.
-¿Oíste Rolf el tema de conversación en esta mesa? Tito quiere hacer queso y la Johanna dice que eso apesta.
-Los quesos más buenos son los que más apestan, como el Gruyère.
-Ay, pero estamos hablando de una pinche cuajada salvadoreña, no de esos quesos que son casi transparentes.
-Es como gelatina, el queso Gruyère.
-Mmm… creo que prefiero hacer de esos quesos.
-Para esos tendrías que ir a Francia. Para la cuajada sólo necesitás pastillitas de cuajar más tres gotitas de limón.
-Igual hacer queso apesta.
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