Nunca había visto a un cigarrillo tan orgulloso de estar en la mano de un hombre.
Iba y venía, consumiéndose lentamente en sus labios, dejando rastros de humo en el aire y brillando de vez en cuando como un puntito incandescente en la oscuridad. Iba perdiendo su vida progresivamente, fundiéndose en el interior del hombre, dejando un rastro eterno y letal.
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