Uno debe aprender que las cosas no desaparecen sólo por dejar de ser nombradas.
Tampoco se desintegran al mirarlas fijamente.
O se van al cerrar los ojos.
Ni enmudecen al apretar los dientes.
Las cosas son insistentes.
Se meten en las uñas,
se atascan en la garganta,
se transforman en sal y nublan la vista.
(Tus cosas siguen aquí. Por favor, por favor, vení a traerlas)
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