Por primera vez en muchos años creo que no tengo ninguna queja de navidad.
No sé si fue el sofá rosado, el regreso a la infancia -a través de la demencia- de mi tío (ex-viejo-verde), el enredo de queso que hubo en la mesa (y mi papá posando con cara de vencedor universal de los lácteos), un profundo sentimiento familiar al compartir el ritual anual y obligatorio frente al árbol iluminado (oyendo los peores villancicos teutón-bávaros ochenteros de mi tía) o poder dormir en la sala, eximida de la sinfonía de toses y sonidos guturales nocturnos de Rolf y Gloria.
2 comentarios:
Ja, escribiste.
que suerte que no tenes quejas de tu navidad, yo la pase bastante mal.
Me encanto tu blog, las fotos todo! te sigo :) besos
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