Tengo un amigo que se llama Max. Cuando quiero verlo, tengo que estirar el cuello. Cuando quiere escucharme, tiene que doblarse. Casi a la mitad.
Max tiene una cara relativamente pequeña, con dos ojillos celestes y un par de pelos que hacen de bigote y barba. En realidad, quizás solo me parece que su cara es pequeña porque está semicubierta por su pelo rubio (ignorante en cuanto a productos de limpieza capilar se trata).
Max siempre va a la universidad en bicicleta. No le da frío porque usa una chaqueta que parece estar hecha de un material parecido al de los trajes que usan los surfeadores de mares helados.
Conocí a Max en el semáforo, el segundo día de clases. Le hablé porque recordé haber visto su pelo antes. Solo que de atrás.
Max es tan alto, que cuando está sentado, sus piernas me recuerdan ligeramente a las de un saltamontes.
El lunes Max no llegó a clases, el martes le pregunté por qué. Respondió que había habido una muerte en su familia. En ese momento pensé
no hay nada más triste en este mundo que ver a Max llorar.
1 comentario:
No sé cómo le hacés, pero cuando leí la última oración me dieron ganas de llorar
De alguna manera, ahora Max me parece el ser más tierno que existe.
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