La idea surgió cuando supe que Hansi se iba en agosto. Es inaceptable que Hansi me deje aquí, pensé. Qué demonios voy a hacer sin Hansi, pensé. Hansi es el que se encarga de acabarse mi comida cuando es demasiada, o el que me recuerda de no dejar el suéter tirado en las gradas. Es sólo con Hansi que se pueden encontrar verdaderos portales intradimensionales en la escuela, y ¿de quién voy a hacer videos si no sobre Hansi? ¿A quién voy a mitificar hasta llegar al punto en que sólo con verlo la gente sepa quién es, sin haberlo visto antes? Que se fuera a estudiar a Alemania en agosto significaba una especie de amputación a mi vida.
Primero vino la negación: No, Hansi, no. No me podés dejar aquí sola. Joha, te voy a ir a visitar a Argentina cuando te vayás, no te preocupés. Pero no, Hansi, NO.
Luego vino la depresión: Hansi… no me dejés aquí sola… Hansi, ¿Qué voy a hacer aquí sola? Hansi, ¿Por qué me dejás aquí sola? No te vayás. Vení a Argentina Hansi, yo te mantengo. Mamá, ya no quiero estudiar cine, quiero estudiar energías alternativas como Hansi, de seguro él me puede explicar todo.
Finalmente, vino la revelación: voy a quedarme con Hansi. Y no, no me refiero a irme a estudiar a Alemania con él, me refiero a QUEDARME CON HANSI. Decidí que apropiarme del Hansi original era algo demasiado egoísta, y que clonarlo me iba a resultar demasiado difícil. Así que ideé un plan diferente.
El plan constaba de tres partes esenciales. La primera parte consistía en meterme a la casa de Hansi, sin que él se diera cuenta. No iba a resultar muy difícil, ya que los papás de Hansi me conocen bien, especialmente la mamá, quien conjunto con la mía tuvo por un tiempo la ilusión de que Hansi y yo nos casáramos, hasta que ambas se dieron cuenta de que irremediablemente nos habíamos vuelto hermanos y que eso sería para nosotros una especie muy retorcida de incesto. En fin, me metería a su casa a una hora en que yo sé que está dormido y que sus tres fieras caninas no se encuentran cerca. Me acercaría muy cautelosamente al Hansi durmiente y extrajera de mi bolsillo un pequeño cuchillo. Con cuidado de no despertarlo, y esquivando vasos sanguíneos importantes para provocar la menor hemorragia posible, le cortaría un dedo. Llegué a la conclusión que un meñique era la mejor opción, ya que yo sé que Hansi casi no utiliza su meñique y no le haría tanta falta como algún otro dedo. Luego envolvería el dedo en un pañuelo, y metería el dedo y el cuchillito en mi bolsillo. Saldría de la habitación de Hansi, quien presumo estaría brevemente inconsciente debido al dolor y a la perplejidad, me despediría de sus papás y retornaría a mi casa. Entraría entonces en juego la segunda, y considerablemente más complicada parte del plan. Ya en mi casa desempacaría el dedo de Hansi, y luego de un gran proceso de convencimiento, éste se convertiría en mi propia pequeña versión de Hansi. Aun no he pensado en detalle la tercera parte del plan, que sería sacar al mini-Hansi del país y llevarlo hasta Argentina sin que las autoridades se den cuenta.
El plan resultó justo y como yo lo había pensado. Pude extraer el meñique sin que alguien se diera cuenta y sin que el verdadero Hansi pereciera. Al llegar a mi casa lo desempaqué y lo coloqué sobre mi escritorio. Luego de verlo fijamente por algunos minutos, me pareció que algo se movía debajo de la piel. Se notaban pequeños bultos inquietos, luchando por librarse de la epidermis que los aprisionaba. Cuando ésta cedió finalmente, lo primero que vi fueron cinco pequeñísimos dedos, seguidos por una pequeñísima mano, un pequeñísimo brazo y luego un diminuto torso. Cuando la cara salió a la luz, lo reconocí al instante. Era Hansi, en todo su esplendor. Sólo que unas treinta veces más pequeño.
Pensé que lo mejor era no decirle a Hansi lo que había ocurrido, o que ahora yo poseía a una pequeña versión de su persona, para no ocasionarle daños psicológicos, o en el caso más grave, que reclamara al mini-Hansi como su propiedad. Si se hubiera dado ese caso, ambos Hansis se hubieran ido a Alemania a estudiar sobre energías alternativas y todo mi esfuerzo hubiera sido en vano. Así que Hansi se fue, un poco sorprendido de mi cierta indiferencia al despedirme de él.
Alimento a Hansi con pequeñas migajas de pupusa y Hi-C de té. En las noches duerme en mi gaveta. He pensado que para llevármelo a Argentina, lo voy a meter en un calcetín.
(Nota para Hansi: no te preocupés, si realmente pretendiera hacer ésto, no te lo hubiera enseñado)