martes, 4 de enero de 2011

Navidad 2011

Por primera vez en muchos años creo que no tengo ninguna queja de navidad.

No sé si fue el sofá rosado, el regreso a la infancia -a través de la demencia- de mi tío (ex-viejo-verde), el enredo de queso que hubo en la mesa (y mi papá posando con cara de vencedor universal de los lácteos), un profundo sentimiento familiar al compartir el ritual anual y obligatorio frente al árbol iluminado (oyendo los peores villancicos teutón-bávaros ochenteros de mi tía) o poder dormir en la sala, eximida de la sinfonía de toses y sonidos guturales nocturnos de Rolf y Gloria.